lunes, 31 de marzo de 2008

CAMPESINOS INCREMENTAN PRODUCCIÓN DE FRIJOL GFRACIAS A INTERVENCIÓN DEL CENTRO INTERNACIONAL DE AGRICULTURA TROPICAL.

Fríjol con más Nutrientes Revoluciona Campos Colombianos

PALMIRA . - Hasta hace un año, William Papamija, un curtido agricultor padre de 5 niños, se levantaba muy temprano angustiado por no saber si ese día iba a encontrar trabajo en alguna finca para llevarle comida a su familia.

"Era una pesadilla de todos los días", recuerda ahora cuando se siente feliz porque ya no necesita trabajarle a otros. Su pequeña finca le está dando lo suficiente para alimentar a su familia y todo apunta a que la situación tiende a mejorar.

Él forma parte de un grupo de 200 familias campesinas pobres del Valle del Cauca, departamento situado al occidente de Colombia, que se están beneficiando de un proyecto que enlaza el riguroso trabajo de los laboratorios del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) con las parcelas hasta hace poco subexplotadas y casi abandonadas por falta de recursos.

Lo novedoso del proyecto, cuyo objetivo es garantizarle la seguridad alimentaria a los campesinos de escasos recursos mediante la producción de alimentos básicos, es su enfoque participativo en el que la misma comunidad rural —asesorada por técnicos— identifica los problemas, escoge opciones y adapta tecnologías aplicando sus conocimientos.

La metodología se conoce como Comités de Investigación Agropecuaria Local (CIAL), y fue diseñada por el CIAT en 1990, con el apoyo de la Fundación Kellogg, generando un evidente impacto, al punto que se ha extendido por diferentes países de América Latina.

Los CIAL lo conforman agricultores que nombran una junta directiva —integrada por 4 personas—, responsable de planificar, implementar y evaluar ensayos con las opciones tecnológicas disponibles, probarlas en condiciones reales de la fertilidad de sus suelos, bajo su propio manejo con el fin de tratar de resolver los problemas. Luego, los resultados son analizados y divulgados entre su comunidad y entre otros comités.

"Con esta metodología se busca que los agricultores aprendan a investigar para que minimicen los riesgos de pérdidas de sus cultivos, reduzcan la dependencia de las entidades y fortalezcan su capacidad de autogestión", dice José Ignacio Roa, ingeniero agrónomo del CIAT, experto en investigación participativa y que lidera el proyecto sobre seguridad alimentaría.

Abundan los ejemplos de comunidades campesinas que han transformado su vida gracias a estos CIAL. De ser simples jornaleros, han pasado a formar microempresas comunitarias que mercadean con el fruto de sus cosechas, ya se trate de semillas o de productos procesados. Sus experiencias se han extrapolado a otras regiones.

Fueron precisamente esas experiencias las que permitieron que las 200 familias campesinas de las zonas de ladera de las dos cordilleras colombianas —Central y Occidental— que bordean al Valle del Cauca, aceptaran probar la metodología CIAL dentro de esa afanosa búsqueda de oportunidades para asegurar la alimentación familiar.

De una variada canasta de opciones de cultivos de ciclo corto, los agricultores escogieron el fríjol, y nuevamente el CIAT pasó a ser protagonista por ser el principal centro de investigación de ese cultivo en el mundo. Se presentó, entonces, una excelente oportunidad para los científicos de este Centro que desde el año 2003 vienen trabajando en un proyecto global de biofortificación de cultivos básicos, apoyado por la Fundación Bill y Melinda Gates.

Conocido como el Programa de Reto HarvestPlus, este proyecto es impulsado por el Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR), al que pertenece el CIAT y otros 14 centros más. Y busca combatir la desnutrición por falta de micronutrientes, que afecta a más de la mitad de la población mundial.

Con el fríjol se trata de conseguir variedades con mayor contenido de hierro y cinc, aprovechando la variabilidad genética que tiene este cultivo para realizar su mejoramiento y así combatir la desnutrición.

Ya hay algunas variedades desarrolladas, ocho de las cuales fueron entregadas a los agricultores para que las validaran frente a las variedades que ellos tradicionalmente sembraban. Y vinieron las gratas sorpresas. Las pocas semillas que recibieron se han multiplicado, al punto que hoy, tras cuatro ciclos de siembra, la rutina de estas familias ha cambiado. Ya aseguraron la alimentación diaria y también están generando ingresos que les está mejorando la vida.

De acuerdo con las cifras que maneja el ingeniero Roa, las parcelas demostrativas de los campesinos que están ensayando las variedades biofortificadas han producido un poco más de 29 toneladas, de las cuales 3 se han dedicado para semilla y el resto para alimentación. En dinero, les ha representado más de US 45 mil dólares, cifra que ninguno de estos antiguos jornaleros se imaginó conseguir.

"Estos productores-investigadores ya tienen claro que además del grano para el consumo, hay que producir semilla para venderle a los vecinos", dice Roa.

Esta opción tiene ventajas por ser semilla adaptada a la región, de buena calidad y a más bajo precio; además, de generar mayor producción y requerir menos aplicaciones de pesticidas. "Porque la metodología CIAL trabaja modelos de agricultura ecológica y de reconversión tecnológica", puntualiza el investigador.

"Ya estamos en el camino de la comercialización", dice orgulloso José Aleider Ramírez, productor de la vereda El Nogal, en las montañas de Pradera. "Ya hicimos contacto con un supermercado, llevamos muestras y nos aseguraron la compra de la próxima cosecha".

Como él, muchos otros pequeños productores de Ansermanuevo, Argelia, Calima-Darién, Dagua, La Cumbre, La Unión, Pradera, Restrepo, Trujillo, Vijes y Zarzal, también están encantados con lo que está pasando.


Lo mejor: el rumor está corriendo y hay más agricultores que quieren seguir el ejemplo de sus vecinos. "Les estoy vendiendo la semilla y capacitándolos como hicieron conmigo", dice William Papamija. "Es mi deber, porque esta oportunidad que me cambió la vida me la mandó Dios".

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