Ante los más de 200 mil fieles
presentes, el Santo Padre advirtió que “cuando nos aventuramos a ir más allá
(proagon) de la doctrina y de la Comunidad eclesial, y no permanecemos en
ellas, no estamos unidos al Dios de Jesucristo. Así, pues, preguntémonos: ¿Estoy
abierto a la armonía del Espíritu Santo, superando todo exclusivismo? ¿Me dejo
guiar por Él viviendo en la Iglesia y con la Iglesia?”.
El Papa indicó que “la novedad
nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos
todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos,
planificamos nuestra vida, según nuestros esquemas, seguridades, gustos”.
Esto, advirtió Francisco, “nos
sucede también con Dios”.
“Con frecuencia lo seguimos, lo
acogemos, pero hasta un cierto punto; nos resulta difícil abandonarnos a Él con
total confianza, dejando que el Espíritu Santo anime, guíe nuestra vida, en
todas las decisiones; tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos,
nos saque de nuestros horizontes con frecuencia limitados, cerrados, egoístas,
para abrirnos a los suyos”.
Cuando Dios se revela, en toda la
historia de la salvación, “aparece su novedad, trasforma y pide confianza total
en Él: Noé, del que todos se ríen, construye un arca y se salva; Abrahán
abandona su tierra, aferrado únicamente a una promesa; Moisés se enfrenta al
poder del faraón y conduce al pueblo a la libertad; los Apóstoles, de temerosos
y encerrados en el cenáculo, salen con valentía para anunciar el Evangelio”.
Sin embargo, el Santo Padre señaló
que “no es la novedad por la novedad, la búsqueda de lo nuevo para salir del
aburrimiento, como sucede con frecuencia en nuestro tiempo. La novedad que Dios
trae a nuestra vida es lo que verdaderamente nos realiza, lo que nos da la
verdadera alegría, la verdadera serenidad, porque Dios nos ama y siempre quiere
nuestro bien”.
“Preguntémonos: ¿Estamos abiertos
a las “sorpresas de Dios”? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del
Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad
de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han
perdido la capacidad de respuesta?”.
El Papa también señaló que “el
Espíritu Santo, aparentemente, crea desorden en el Iglesia, porque produce
diversidad de carismas, de dones; sin embargo, bajo su acción, todo esto es una
gran riqueza, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no
significa uniformidad, sino reconducir todo a la armonía”.
“En la Iglesia, la armonía la
hace el Espíritu Santo”, indicó el Santo Padre, pues “sólo Él puede suscitar la
diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la
unidad”.
“En cambio, cuando somos nosotros
los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en nuestros particularismos,
en nuestros exclusivismos, provocamos la división; y cuando somos nosotros los
que queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por
imponer la uniformidad, la homologación”.
Si nos dejamos guiar por el
Espíritu Santo, dijo Francisco, “la riqueza, la variedad, la diversidad nunca
provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de
la Iglesia”.
“Caminar juntos en la Iglesia,
guiados por los Pastores, que tienen un especial carisma y ministerio, es signo
de la acción del Espíritu Santo; la eclesialidad es una característica
fundamental para los cristianos, para cada comunidad, para todo movimiento”.
El Santo Padre señaló que “el
Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda
del peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada
en su recinto; nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar
testimonio de la bondad del Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del
encuentro con Cristo”.
“El Espíritu Santo es el alma de
la misión. Lo que sucedió en Jerusalén hace casi dos mil años no es un hecho
lejano, es algo que llega hasta nosotros, que cada uno de nosotros podemos
experimentar”.
Francisco indicó que “el
Pentecostés del cenáculo de Jerusalén es el inicio, un inicio que se prolonga.
El Espíritu Santo es el don por excelencia de Cristo resucitado a sus
Apóstoles, pero Él quiere que llegue a todos”.
“Jesús, como hemos escuchado en
el Evangelio, dice: ‘Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté
siempre con vosotros’. Es el Espíritu Paráclito, el ‘Consolador’, que da el
valor para recorrer los caminos del mundo llevando el Evangelio”.
Francisco aseguró que “el
Espíritu Santo nos muestra el horizonte y nos impulsa a las periferias
existenciales para anunciar la vida de Jesucristo. Preguntémonos si tenemos la
tendencia a cerrarnos en nosotros mismos, en nuestro grupo, o si dejamos que el
Espíritu Santo nos conduzca a la misión”.
“La liturgia de hoy es una gran
oración, que la Iglesia con Jesús eleva al Padre, para que renueve la efusión
del Espíritu Santo. Que cada uno de nosotros, cada grupo, cada movimiento, en
la armonía de la Iglesia, se dirija al Padre para pedirle este don”.
“También hoy, como en su
nacimiento, junto con María, la Iglesia invoca: ‘Veni Sancte Spiritus! – Ven,
Espíritu Santo, llena el corazón de tus fieles y enciende en ellos el fuego de
tu amor’. Amén”, concluyó."
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